El hombre bajo la tierra
por Mª Jesús Muñoz

I often hear people reject some products or food, under the argument that they contain “too many chemicals”, as if that makes them less natural than those strictly synthesized with plant or animal components. In my opinion that expression is wrongly used, as absolutely everything is chemistry. The eyelashes of the eyes through which you see this text are made of keratin protein. And as you read, sweat in your fingertips leaves salt crystals on the silicon dioxide screen of the electronic device. Not to mention the sodiu-potassium pump that makes your neurons understand it, or the enjoyment caused by the dopamine release. The chemistry I studied at highschool looked to me like a game in which atoms and electrons change position following arbitrary rules. But chemistry became flesh in biochemistry, and it became rock in geochemistry. And it is there where we start.An anodyne mollusc takes sodium and carbonate ions from water to create its shell. After its dead, the shell will dissolved and the process will start again. Or maybe not. That shell and millions more may accumulate in thick layers on the ocean floor. Crushing and compaction will turn them into a stratum of limestone rock. If limestone is deep enough, the shell may get unrecognisable, and temperature and pressure may recrystallize limestone into marble. Now it is only one step away from becoming a Corinthian chapitel.But let´s continue underground. Calcium carbonate dissolves in contact with rainwater, because it is not just water. It contains carbon dioxide, which makes it lightly acidic. So rainwater infiltrates in the soil, reaches the limestone, and a pore turns into a crack, the crack widens into a shaft, and the shaft into a groutte. Thus immense cavities are created, that connect like the auricles and ventricles of the earth. Water circulates inside them loaded with lime. Bad to cook legumes, useless for laundry, harmful for machines. But that water not only dissolves but also precipitates its mineral load. Under the right conditions each drop falling from the top of a cave leaves a solid deposit, and so it does as it falls on the floor. This is the way stalactites and stalagmites form. All cathedrals envy karstic caverns. There are colums, chandeliers, curtains and organs, all made of stone. Pareidolia makes us see saints dripped by candle wax. Believers or not, we feel overwhelmed by this astonishing variety of shapes created in dark underground over an incomprehensible timespam. But there is no other miracle that the atoms and electrons changing positions by rules of their own. Pure chemistry.
Con frecuencia escucho a gente rechazar productos o alimentos con el argumento de que tienen “mucha química” y eso los hace “menos naturales” que otros que están fabricados estrictamente con componentes procedentes de plantas y animales. Creo que es una expresión mal utilizada, pues en realidad absolutamente todo es química. Desde la queratina en las pestañas de tus ojos por los que ves este texto. Y según lees, los cristales de sal que el sudor de la yema de los dedos deja en la pantalla de silicio de tu dispositivo. Luego está la bomba de sodio-potasio que hace que tus neuronas lo comprendan y la liberación de dopamina que, espero, te cause su disfrute. La química que estudié a nivel de instituto parecía un juego de reglas arbitrarias en las que unos átomos y electrones cambiaban de sitio. Pero la química se hace carne en la bioquímica y se hace roca en la geoquímica. Y es ahí donde empezamos.
Un anodino molusco toma del agua iones de calcio y de carbonato para formar su concha. Tras su muerte, la concha puede disolverse para que el proceso vuelva a empezar. O quizá no. Puede que esta y otros millones de conchas se acumulen en el fondo marino en grandes espesores y el aplastamiento y compactación forme con ellas un estrato de roca caliza. Si la caliza queda enterrada a suficiente profundidad, las conchas serán cada vez menos reconocibles y el calor y la presión pueden incluso recristalizar la caliza en mármol. De ahí a que el mármol acabe convertido en capitel corintio solo hay un paso.
Pero vamos a seguir bajo la tierra. El carbonato cálcico se disuelve en contacto con el agua de lluvia, porque no es solo agua. El dióxido de carbono que lleva disuelto le da cierta acidez. Así que la lluvia que se infiltra en el terreno alcanza la caliza y el poro se convierte en grieta, la grieta se ensancha en sima y la sima en caverna. Así se forman unas cavidades inmensas que se comunican entre sí como las aurículas y ventrículos de la tierra. El agua que por ellas circula se carga de “cal” que la endurece. Mala para cocer las legumbres, mala para lavar la ropa, mala para las máquinas que avería. Pero esa agua, igual que disuelve, precipita su carga mineral. En las condiciones adecuadas, cada gota que cae del techo de una cueva deja un poso sólido y hace otro tanto en el punto donde toca el suelo. Así empiezan a crecer las estalactitas y estalagmitas. No hay catedral que no envidie a una cueva kárstica. Hay columnas, candelabros, cortinas y órganos pétreos. La pareidolia nos hace ver santos por los que chorreara la vela de los cirios. Creyentes o no, nos sobrecoge contemplar tal cantidad de formaciones creadas en la oscuridad de este espacio subterráneo en un tiempo inabarcable. Y en todo ello no hay más milagro que el de los átomos y electrones cambiando de sitio según sus reglas. Pura química.